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Friday, November 23, 2012

Los dilemas éticos de la paternidad

La paternidad está plagada de dilemas éticos, "no hagas x a pesar de que yo lo hago", es uno de ellos. Otro, con el cual me enfrenté anoche, es el asunto de los límites de la fantasía y de cuándo el extender la ilusión de los hijos deja de ser simplemente eso y se transforma en una mentira. Una mentira no del todo existosa puesto que los hijos se saben engañados a pesar de no contar con los recursos para expresar su frustración y clarificar su argumento.
Sí, ese momento llega, tarde o temprano. Cuando llega temprano el asunto es aún más difícil. Los recursos retóricos y argumentativos de un chico de 5 años son pocos y no igualan la capacidad de razonamiento del niño, ¿el resultado? frustración, pérdida de la confianza, sentirse engañado e impotente para desenmascarar la mentira y al mentiroso, lo cual se hace aún más difícil cuando el impostor es una persona que ha ganado el cariño y el repeto del niño, por ejemplo las maestras del jardín, o peor aún, los padres.
¿Qué pasó anoche? Pues bien, después del baño, que siempre es una oportunidad para hablar de madre a hija, Emily confesó que se sentía engañada y hasta burlada por sus maestras, porque ellas decían que en un rincón de la baulera de la salita había un duende.
"Mami, yo sé que los duendes no existen, entonces no puede haber un duende. Yo le dije esto a las maestras pero ellas dicen que sí está ahí. ¡Trantan de engañarme y piensan que soy tonta! Yo voy a llevar mi linterna para mostrarles que yo tengo pruebas de que no hay nada!"
Yo le expliqué que cuando los chicos son más chiquitos no saben la diferencia entre la fantasía y la realidad y que por eso, los grandes, nos sumamos a la fantasía de los chicos, porque el mundo de la fantasía es un mundo divertido y a los grandes nos gusta imaginar cosas, tanto como les gusta a los chicos. Cuando los chicos crecen y saben qué cosas pertenecen a la imaginación y cuáles no, los grandes les explican por qué lo hicieron. Pero ningún grande quiere burlar a un chico, ni mentirle.
"¿Vos no me decís mentiras para engañarme?" -preguntó, y ahí vino donde mataron al gato (o la vaca... o lo que sea)
"No", tuve que decir, y a consecuencia le tuve que explicar que Papá Noel y El Ratón Perez son leyendas y que pertenecen al mundo de la fantasía. Que no son historias ni mentiras para engañar y burlar a los niños (de lo cual nunca estuve totalmente segura) sino que son historias tan bonitas que los papás también queremos ser parte de ellas.
No se enojó, no se puso a llorar, sus ojitos expresaron tranquilidad, la tranquilidad que uno recibe cuando sus sospechas son confirmadas, aunque la realidad no sea tan agradable como la fantasía y me abrazó fuerte y llena de amor.

Y yo me siento tanto mejor. Siempre sentí que había cierta inconsistencia ética en alimentar la idea de Papá Noel... a lo mejor porque nunca creí.


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